9.06.2007

La libertad

Por BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO

La libertad sólo puede ser ejercida cuando hay frenos constitucionales y legales que limitan a los detentadores del poder político, militar, policial o empresarial; cuando hay respeto al derecho ajeno, cuando todos reconocen y aceptan que hay límites que no se deben traspasar sin que haya la correspondiente sanción.

Desde siempre hubo libertad de pensamiento pero no libertad de expresión. La libre expresión del pensamiento, sin ninguna cortapisa que no sea la observancia de los principios morales y las buenas costumbres, es una conquista que debe ser respetada por encima de cualquier consideración.

Que no venga nadie con la ridícula y malsana expresión de que no somos suizos. Los suizos no son más honrados ni más respetuosos de las leyes que nosotros, que hemos sido víctimas de tiranías y dictaduras que obligan a los pueblos a acatar sin chistar y a respetar sin pensar en reclamos.

La libertad también es un asunto de confianza, confianza en que existen autoridades que se ocupan de hacer que todos, absolutamente todos, respeten las disposiciones constitucionales y legales, que no distingan a unos de otros, que todos somos iguales.

Aquí, real y efectivamente, falta autoridad. Autoridad en el buen sentido de la palabra, porque en ocasiones hemos sufrido desde el poder el ejercicio de la arbitrariedad, que no es lo mismo.
Vivimos en una sociedad organizada de tal modo que el gobierno puede ser representado gráficamente como un embudo, o si se quiere, como una sartén.

Ello así, porque el gobierno, el Poder Ejecutivo, concentra constitucionalmente todos los poderes y los usa con fines políticos y politiqueros relacionados, para mantenerse en el mando.

Vivimos bajo un sistema que aparenta ser democrático, pero en esencia es una dictadura constitucional (dictablanda llaman algunos) que tiene reglas muy claras y mantiene, contra viento y marea, el dominio y el manejo de la fuerza armada y la policía, de los fondos públicos que usa al antojo del mandatario sin que el Congreso Nacional, en ningún caso, haya dejado de legalizar alguna de las diabluras que se hacen en violación a la Ley de Gastos Públicos.

En este país nuestro hay quienes resisten los abusos de poder del sector público y los del sector privado.

Hay una especie de escasos especímenes que ejercen su derecho a la libertad y como tal discuten, dicen, analizan, estorban, denuncian, escriben, hablan, demuestran, muestran que el país es de todos y que la corrupción, los contrabandos, los abusos de autoridad, el contubernio entre autoridades del Poder Ejecutivo, del Poder Legislativo, de los cuerpos armados, de la Policía y violadores de las leyes, debe ser denunciado y lo denuncian.

Entonces surgen los matasiete, los salteadores que en algunos períodos se ocultan tras las sombras, pero siempre están dispuestos a cumplir órdenes y realizan encomiendas contra quienes se atreven, como el distinguido buscador de la verdad, el excelente periodista Esteban Rosario, a ejercer su derecho inalienable a la libertad de expresión.

Si alguien se siente lastimado, burlado o difamado, que vaya a los tribunales.

La denuncia pública documentada, responsable, de frente, debe ser respaldada por nuestra sociedad.

Esteban no es una golondrina que busca hacer verano.

Sigue, Esteban, que no podrán con quienes creemos que la libertad es un derecho que nadie nos puede arrebatar, aunque nos quiten la vida.

Fuente: Periódico Hoy, 6 de septiembre de 2007

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