8.31.2007
José Carvajal, nuevo Secretario General del CDP-Miami
El acta notarial que dejó sellada la elección de Carvajal indica que de 28 miembros del CDP en la Florida, votaron 15. De esos votos 13 resultaron válidos y 2 observados.
Carvajal encabezó una plancha única, bautizada como Armonía. En la misma figuran, además de Carvajal como secretario general, Miguel Acevedo, secretario de organización; Juan Colón, secretario de finanzas; Pablo Rodríguez, secretario de Relaciones Públicas; y las vocales Martina Soriano y Maura Alcántara.
José Carvajal estudió en The City University of New York y luego inició su carrera de periodista a mediados de los años ochenta como redactor del diario El Nacional de Ahora, en Nueva York. Ha trabajado como editor de United Press International (UPI), subeditor de la agencia Reuters, redactor de Noticiero Univisión y de la cadena estadounidense CBS, además de columnista del diario Hoy (de Nueva York) cuando dicha publicación pertenecía al emporio de medios informativos Tribune Company.
Carvajal es también director de la agencia internacional de noticias literarias Librusa.com y autor de varias obras, entre ellas la novela "Por nada del mundo" y el libro de cuentos "De barrio y de ciudad". Hace poco publicó "Cuentos fantásticos de Juan Bosch".
En cuanto a los candidatos a la presidencia nacional del CDP en República Dominicana, los resultados de la votación en Miami fueron los siguientes: La plancha Número 1 de Mercedes Castillo obtuvo 5 votos; la plancha Número 2 encabezada por David Lorenzo obtuvo 1 voto; y la plancha Número 3 presidida por Manuel Ascona ganó siete votos y dos observados.
Secretos de gobiernos en viejos archivos de Palacio
POR ÁNGELA PEÑA
Guardan un siglo y dieciocho años de históricos secretos de Estado. Son alrededor de dieciocho millones de documentos reveladores de un pasado reciente que sólo conocieron mandatarios, militares, ministros, diplomáticos, espías, asesinos, criminales, sicarios.
Reflejan el proceder oculto, ignorado, de un considerable número de dominicanos y extranjeros, muchos aún vivos, a los que la humanidad tiene por honorables y dignos pero este acervo los muestra con debilidades, miserias, comportamientos que los hacen viles.
Casi toda la vida política y social dominicana, desde 1924 hasta 1994, está en esas gavetas enmohecidas, tan viejas que se dificulta abrirlas. Desde decisiones tan menores como la asignación de una pensión, concesiones de exequátur, cambio de dinero dominicano por dólares, ayudas a viudas, designaciones, condecoraciones, hasta situaciones tan estremecedoras como secuestrar a un enemigo político, eliminar a un gobernante adverso al mandatario de turno, erradicar un alzamiento, entregar vivo o muerto a un jefe de guerrilla, sofocar a sangre y muerte manifestaciones de protestas, perseguir a un militante de la izquierda, reposa en esos oficios que pese al tiempo transcurrido se conservan perfectamente legibles.
Se trata de los archivos de ese periodo del Palacio Nacional, ahora patrimonio del Archivo General de la Nación, una mina prácticamente inexplorada por los investigadores y desconocida por el común de los criollos.
Cada memorando, carta, informe, constituye una sorpresa que puede ser espantosa, estremecedora, aterradora, horripilante o divertida. Un hecho tradicionalmente contado y reseñado de una forma, allí aparece con diferentes actores y trama.
Actividades revolucionarias, enemigos de los gobiernos, actos subversivos y terroristas, reuniones clandestinas, guerras, expediciones, allanamientos, persecuciones, están ahí con cantidad de detalles, nombres y apellidos que sólo conocieron Jefes de Estado y sus altos mandos militares, como Cayo Confite, Luperón, Constanza, Maimón, Estero Hondo, el ajusticiamiento de Trujillo, el derrocamiento de Juan Bosch, la masacre de Palma Sola, Manaclas, la guerra de abril de 1965, la incursión armada de Caamaño o la represión balaguerista de los doce años con su inventario de exterminio.
Basta tomar un nombre al azar y lo que se encuentra es una especie de bomba que deja boquiabierto al que la descubre. El voluminoso expediente del caso Galíndez es tan impactante como el de Fidel Castro Ruz, los de Manuel Aurelio Tavárez Justo, Porfirio Rubirosa, Rafael F. Bonnelly, los monseñores O’Reilly, Panal y Pittini, los presidentes Kennedy o Duvalier, los testigos de Jehová, Otto Vega, los Bonetti, los Bonilla, Manuel Arturo Peña Batlle o Juan Bosch.
Al leerlos queda la impresión de que la República Dominicana ha invertido más recursos en espionaje que en obras sociales o urbanísticas y que en todas las épocas los pasos de ciudadanos aparentemente corrientes han estado cuidadosamente vigilados, hasta en los gobiernos definidos como altamente democráticos.
Algunos ejemplos
El 3 de julio de 1959, bajo el título “Castro, Fidel –Dr.” Se lee: “Discurso pronunciado por este señor en el cual se dedicó a criticar a nuestras instituciones y a la persona del Generalísimo Trujillo”. “Carta de fecha 4 de junio de 1959, dirigida por este señor (Fidel Castro) a Enrique Jiménez Moya, exponiéndole su criterio de cómo debería gobernar en caso de que triunfara la invasión al país”. “Ejemplar del folleto “Fidel Castro contra la Declaración de Santiago de Chile” (26 de octubre de 1959). 24 de noviembre de 1959: “Informe del proceso que próximamente se seguirá contra Delio Gómez Ochoa, Rómulo Betancourt, este y compartes, acusados de delitos contra la seguridad del Estado”.
18 de mayo de 1959: “Informe sobre la conversación con Henri Thomasset, quien comunicó que el Presidente Duvalier pretende llegar a un acuerdo con este Sr. (Fidel Castro) en perjuicio de nuestro país, con el fin de que terminen las actividades revolucionarias contra su gobierno en Cuba”. 24 de abril de 1959: “Declaraciones a la prensa del Dr. Joaquín Balaguer sobre los insultos dirigidos por Fidel Castro al Generalísimo Trujillo en su visita a los EUA”. “Remisión de fondos para cubrir los gastos de los piquetes que se llevarán a cabo contra (Fidel Castro) en su visita a Washington”. (15 de abril de 1959). “De Virgilio Díaz Ordóñez: Informe de la visita que Fidel Castro hizo a la Universidad de Princenton, de los discursos que pronunció contra el Gobierno dominicano después de haber conversado con el Vicepresidente Nixon” (21 de abril de 1959). “Del Subsecretario Eduardo Read Barreras: “Artículo del Coronel A. C. Tisdelle, sobre la conspiración comunista y actividades subversivas de Betancourt, Figueres y este, enviado por nuestro cónsul en Jacksonville, Florida” (29 de abril de 1959).
Estos datos figuran en miles de fichas bajo el nombre de Fidel Castro. El régimen de Trujillo lo atacaba por todos los medios. Lo vigilaba sin descanso. En otras aparecen pormenores del derrocamiento de Fulgencio Batista, “la afiliación comunista de Ismael Dolante”, “la muerte del doctor Jorge Eliécer Gaitán”, preparativos de las expediciones de 1959, remisión de fondos para atentados, intervenciones telefónicas, transcripciones de programas en emisoras cubanas, cables de embajadores dominicanos en La Habana, una “entrevista con Miguel A. Sánchez (El Coreano) quien relata sus actividades como Instructor Militar del Movimiento Izquierdista 26 de Julio en México”. Otros nombres relacionados con Fidel, consignados en estos archivos son: Donald Hogan, Alberto Niño, Robert Welch, Dale Francis, Pierre Huss, José Figueres, Arthur Gardner, John F. Kennedy, Sergio Pérez y Pérez, el general Tabernillas, el coronel Piedra, Richard Klemfuss, Richard Tullis Waring, Gastón Baquero, el general Osorio, Díar de la Rocha, Ernesto Guevara, Vasili Kutnetsv y cientos más. Se extiende hasta 1994, por tanto hay reportes de comunistas dominicanos, viajes de ida y vuelta, entrenamientos, incursiones...
Uno del 29 de agosto de 1967 da cuenta de que “por el Aeropuerto Internacional de Punta Caucedo se están introduciendo discursos de Fidel Castro grabados en discos y cintas magnetofónicas”, mientras que el 10 de agosto de 1970 llegó a Palacio la noticia de que Fidel estaba “preparando una poderosa fuerza militar a cuya cabeza está el ex-coronel Francisco A. Caamaño, con el propósito de invadir la República Dominicana”. En la ficha están nombre y apellido del informante.
Para el periodo de Balaguer una de las personalidades más vigilada era Rafael F. Bonnelly, cuyos mínimos paraderos se reportan y de quien figuran en este archivo todas sus actuaciones cuando Trujillo. Del 3 de enero de 1957 es este informe: “De Gustavo Garrido: Denuncia sobre el desastre en que se encuentran las Secretarías de Justicia y la del Trabajo en razón a los desmanes de la trilogía: Dr. Carlos Cornielle hijo, Lic. Emmanuel Landolfi y Dr. Hugo Vargas Suberví, apoyados por la indiferencia del Secretario Bonnelly”.
En documentos de 1963 se informa una trama encabezada por un reconocido dirigente de izquierda para dar muerte a Wessin; de unas armas guardadas en Tenares por un prominente catorcista; de “comunistas” alojados en la casa de una distinguida dama capitaleña; de pormenores del asesinato de Víctor Estrella Liz; del suicidio de un señor supuestamente cometido con la pistola de un aclamado dirigente máximo, cuyos nombres se aportan. Están en el expediente “Tavares Justo, Manuel Aurelio – Dr.” y en el que se encuentra su historial personal y público, hasta el momento en que lo asesinaron.
Atractivo y menos horroroso es el de Porfirio Rubirosa, con su vaivén de nombramientos, cancelaciones, instrucciones, comparecencias ante el departamento de Estado, compra y venta de armas, guardacostas, fincas, separaciones de cargo, órdenes de reintegrarse a sus funciones o para que rebotara comentarios adversos a Trujillo. Uno es del 11 de mayo de 1954: “Envío que hace el señor F. A. Paulino desde Chicago de un extenso artículo publicado por la revista “Confidential” bajo el título “El caso del asesinato Rubirosa”. Los más amenos declaran: “Informa de las supuestas relaciones amorosas del Ministro Consejero (Porfirio Rubirosa) con la actriz de cine húngara Zsa Zsa Gabor” (7 de agosto de 1953). “Nuestra Embajada en Washington remite recorte del diario de Nueva York que contiene un artículo intitulado “Vida y amores de Porfirio Rubirosa” (4 de Dic. De 1953). “Noticia captada de “Radio Continente” de fecha 12 de Dic. de 1953. De Estación Monitora: Informa que este señor (Porfirio Rubirosa) ha sido separado del cargo que tenía a causa de una publicidad desfavorable”.
¿Cómo están organizados estos documentos confidenciales? ¿Están ya a disposición de los interesados? En próximas entregas se ofrece una amplia entrevista con el doctor Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación, y con Rafael Augusto Sánchez Molano, Supervisor General de los Archivos de la Presidencia y Asesor del Archivo General de la Nación, en los que se ofrecen respuestas a estas interrogantes.
Suplemento Areíto, del periódico Hoy, agosto de 2007
8.30.2007
Felucho admite tiene acciones en proyecto turístico
Aclaró que nunca ha administrado ese proyecto turístico y que su fortuna personal es anterior a sus dos gestiones en la Secretaría de Turismo. El funcionario también hizo revelaciones en contra del candidato del PRD, Miguel Vargas, quien tendría propiedades a nombre de otras personas.
El presidente de la cámara baja, Julio César Valentín, llamó a un entendimiento entre el secretario de Turismo y los diputados que le cuestionaban en la sesión iniciada al mediodía y concluida en la noche.
Jiménez también admitió que siendo él titular de Turismo el Gobierno otorgó (en el 2005) un contrato para el “embarcadero turístico de Bayahibe” a una compañía que había sido constituida siete meses antes con un capital de 50 mil pesos y la inversión sería de dos millones 500 mil dólares, equivalentes a unos 75 millones de pesos.
No obstante, aclaró que la obra no fue de grado a grado sino que el presidente Leonel Fernández, “aunque no estaba obligado, sometió (el proyecto) al Congreso, lo sometió al Senado cuando Andrés Bautista era el presidente del Senado y el PRD tenía 29 senadores”.
Al responder preguntas sobre sus propiedades, hechas por el diputado perredeísta Cristian Paredes, Jiménez dijo que sus inversiones están en las empresas Constructora JJ, s.a. y FJ Jiménez, “contrario al candidato del PRD, Miguel Vargas Maldonado”.
“Y yo digo que esas son cosas interesantes, importantes porque aquí el que aspira a dirigir los destinos nacionales tiene que estar viviendo en una casa de cristal y por eso digo, presidente, que esa declaración jurada de bienes que a usted le acaban de entregar no responde a la verdad y yo le haré llegar a usted al igual que a los honorables miembros de la Cámara cuales son mis haberes, cuales son mis deudas, porque todas están registradas religiosamente..”, dijo el secretario de Turismo.
El debate tuvo un receso a las 5:10 minutos y se reanudó a las 5:40 de la tarde.
Listin Diario, 30 de agosto de 2007
Provincia de Salcedo se llamará Hermanas Mirabal
La provincia de Salcedo, cuna de las hermanas Mirabal, está ubicada a 160 kilómetros al norte de Santo Domingo.
El cambio de nombre fue aprobado el miércoles en unanimidad en la Cámara de Diputados y en las próximas horas será enviado a la de los senadores, dijo hoy el autor de la iniciativa, el diputado Víctor Suárez.
Suárez, quien mostró su confianza en que la iniciativa será también aprobada por los senadores, dijo que antes de proponer el cambio de nombre de la provincia se hicieron vistas públicas donde la comunidad de Salcedo se mostró de acuerdo con el proyecto.El proyecto es "un reconocimiento a las Hermanas Mirabal", dijo.
Las hermanas Mirabal fueron asesinadas por la policía secreta del dictador Rafael Leonidas Trujillo el 25 de noviembre de 1960.
"Las Mariposas", como también se les conoce, murieron cuando regresaban de visitar a sus esposos encarcelados en la Fortaleza de San Felipe, 215 kilómetros al norte de Santo Domingo.
Las Mirabal eran miembros del Movimiento 14 de Junio, comandado por Manuel Tavárez Justo, esposo de Minerva, que luchaba contra el régimen de Trujillo.
El asesinato de las hermanas Mirabal es honrado desde 1999, cada 25 de noviembre, por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el "Día Internacional de la no violencia contra la mujer".
El Caribe, 30 de agosto de 2007
Cuentos fantásticos de Juan Bosch
El acto fue organizado por CDP-Miami en la persona de la Secretaria General de la institución gremial, Rose Mary Santana; y el Secretario de Organización, Jesús Rojas.
Un juez dominicano por la diversidad suprema
Nueva York — Aunque sus fallos más conocidos son los que tienen que ver con famosos (Robert de Niro, Jeff Koons o Janet Jackson), para Rolando Acosta, juez de la Corte Suprema de Nueva York desde 2002, los más importantes han sido los que no tienen nombres grandilocuentes.
Hace pocos días Acosta falló a favor de José Gómez, un inmigrante indocumentado que quedó parapléjico a causa de un accidente en su trabajo. La compañía que había contratado a Gómez quería eludir su responsabilidad de compensarlo.
Pese a que hace años no concede entrevistas, Acosta - elegido juez del año por la Asociación Nacional de Jueces Hispanos en 2004- accedió a hablar con EL DIARIO/LA PRENSA sobre su trabajo y la representación latina en el sistema de justicia de la ciudad.
Usted es el primer y único juez de origen dominicano elegido a la Corte Suprema. ¿No le parece que hay poca representación de esa comunidad en el sistema de justicial?
Sí, es una pena. Soy el primero y no quisiera ser el único. Estamos hablando de una comunidad joven. Por ejemplo la comunidad puertorriqueña tiene muchos más jueces aunque todavía yo diría no suficientes. Mucha gente tiene la impresión que el juez debe ser un tipo anglosajón, por lo general hombre y con el pelo cano. Eso ya pasó a la historia.
¿Le parece que la justicia en la ciudad es suficientemente diversa?
Creo que debemos apoyar la fórmula que de paso a un sistema más diverso. Hoy en día no hay suficientes mujeres latinas en la justicia, no hay suficientes latinos en general. ¿Cuál es el numero adecuado? El número que sea representativo de la población. Nosotros como latinos, tenemos que estar envueltos en Wall Street, en la oficina de la fiscalía, del gobernador, del alcalde. Tenemos que estar envueltos en todo aspecto de la sociedad, no sólo en lo que los políticos deciden que podemos estar envueltos.
¿Y cómo se puede mejorar la representación?
En el Bronx, donde hay una población tan grande de latinos, hemos conseguido un número más alto de jueces latinos en la corte civil, donde los jueces son elegidos. (En la corte criminal, son nombrados). En Manhattan todavía no hemos llegado a los números que yo creo son necesarios basado en la población del condado.
¿Le ha generado problemas el fallo a favor de José Gómez en un momento en el que el tema de la inmigración despierta tantas pasiones?
La verdad no; aunque no voy a decir que fue un caso fácil. Basado en los datos que tenía, mi obligación era hacer justicia, no hacer una decisión basado en si le va a gustar a alguien o no. Esa es la importancia de una rama judicial totalmente independiente de posiciones políticas. Pero su decisión está en el corazón de un debate más grande sobre los derechos de los inmigrantes, independiente de si tienen documentos o no. Eso le da un impacto político.
Siempre hay muchas criticas a las decisiones que los jueces tomamos. Sin embargo, nosotros como jueces no podemos opinar sobre las decisiones ni tampoco podemos defendernos de las críticas. Lo que yo creo está escrito en el fallo.
Los hispanos son el grupo peor representado en los jurados que deciden los hechos en casos criminales y civiles en las cortes de Manhattan, según un estudio reciente de Acción Ciudadana, una organización de Albany. ¿Cuál es su experiencia?
La composición del jurado juega un papel sumamente importante en la justicia. La rama judicial tiene que hacer un trabajo más fuerte para asegurar que los jurados sean representativos de la comunidad. Es una obligación sagrada. Yo lo veo todos los días: veo un acusado latino masticando el inglés en medio de un jurado donde todos los individuos son blancos. A veces la falta de diversidad es también de clase social. Para mí eso no es bueno. Eso no crea la legitimidad necesaria para nosotros poder dispensar justicia con calidad.
El Diario/La Prensa de Nueva York, 30 de agosto de 2007
GABRIEL GARCIA MARQUEZ: El Mejor Oficio del Mundo
Palabras pronunciadas por el periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura y presidente de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, ante la 52a. asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, en Los Angeles, U.S.A., octubre 7 de 1996.
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A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario.
Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.
El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años - siendo el peor estudiante de derecho - empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.
La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo - como nosotros mismos lo llamábamos. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller.
La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar.
Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.
La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida.
Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Es decir, las empresas se han empeñado a fondo en la competencia feroz de la modernización material y han dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante.
No es fácil entender que el esplendor tecnológico y el vértigo de las comunicaciones, que tanto deseábamos en nuestros tiempos, hayan servido para anticipar y agravar la agonía cotidiana de la hora del cierre. Los principiantes se quejan de que los editores les conceden tres horas para una tarea que en el momento de la verdad es imposible en menos de seis, que les ordenan material para dos columnas y a la hora de la verdad sólo les asignan media, y en el pánico del cierre nadie tiene tiempo ni humor para explicarles por qué, y menos para darles una palabra de consuelo. “Ni siquiera nos regañan”, dice un reportero novato ansioso de comunicación directa con sus jefes. Nada: el editor que antes era un papá sabio y compasivo, apenas si tiene fuerzas y tiempo para sobrevivir él mismo a las galeras de la tecnología.
Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos.
Antes que se inventaran el teletipo y el télex, un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto entero de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos tenían linotipistas personales para descifrarlas.
Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes. Pero el culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. Yo creo que sí: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma - sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.
Aun a riesgo de ser demasiado anecdótico, creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que nos decían. El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarles a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, repite - como un loro digital - pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero muchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente.
La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró. Para muchos redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.
Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.
El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde.
Un grupo de periodistas independientes estamos tratando de hacerlo para toda la América Latina desde Cartagena de Indias, con un sistema de talleres experimentales e itinerantes que lleva el nombre nada modesto de Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Es una experiencia piloto con periodistas nuevos para trabajar sobre una especialidad específica - reportaje, edición, entrevistas de radio y televisión, y tantas otras - bajo la dirección de un veterano del oficio.
En respuesta a una convocatoria pública de la Fundación, los candidatos son propuestos por el medio en que trabajan, el cual corre con los gastos del viaje, la estancia y la matrícula. Deben ser menores de treinta años, tener una experiencia mínima de tres, y acreditar su aptitud y el grado de dominio de su especialidad con muestras de las que ellos mismos consideren sus mejores y sus peores obras.
La duración de cada taller depende de la disponibilidad del maestro invitado - que escasas veces puede ser de más de una semana -, y éste no pretende ilustrar a sus talleristas con dogmas teóricos y prejuicios académicos, sino foguearlos en mesa redonda con ejercicios prácticos, para tratar de transmitirles sus experiencias en la carpintería del oficio. Pues el propósito no es enseñar a ser periodistas, sino mejorar con la práctica a los que ya lo son. No se hacen exámenes ni evaluaciones finales, ni se expiden diplomas ni certificados de ninguna clase: la vida se encargará de decidir quién sirve y quién no sirve.
Trescientos veinte periodistas jóvenes de once países han participado en veintisiete talleres en sólo año y medio de vida de la Fundación, conducidos por veteranos de diez nacionalidades. Los inauguró Alma Guillermoprieto con dos talleres de crónica y reportaje. Terry Anderson dirigió otro sobre información en situaciones de peligro, con la colaboración de un general de las Fuerzas Armadas que señalo muy bien los límites entre el heroísmo y el suicidio. Tomas Eloy Martínez, nuestro cómplice más fiel y encarnizado, hizo un taller de edición y más tarde otro de periodismo en tiempos de crisis. Phil Bennet hizo el suyo sobre las tendencias de la prensa en los Estados Unidos y Stephen Ferry lo hizo sobre fotografía. El magnifico Horacio Bervitsky y el acucioso Tim Golden exploraron distintas áreas del periodismo investigativo, y el español Miguel Angel Bastenier dirigió un seminario de periodismo internacional y fascinó a sus talleristas con un análisis crítico y brillante de la prensa europea.
Uno de gerentes frente a redactores tuvo resultados muy positivos, y soñamos con convocar el año entrante un intercambio masivo de experiencias en ediciones dominicales entre editores de medio mundo. Yo mismo he incurrido varias veces en la tentación de convencer a los talleristas de que un reportaje magistral puede ennoblecer a la prensa con los gérmenes diáfanos de la poesía.
Los beneficios cosechados hasta ahora no son fáciles de evaluar desde un punto de vista pedagógico, pero consideramos como síntomas alentadores el entusiasmo creciente de los talleristas, que son ya un fermento multiplicador del inconformismo y la subversión creativa dentro de sus medios, compartido en muchos casos por sus directivas. El solo hecho de lograr que veinte periodistas de distintos países se reúnan a conversar cinco días sobre el oficio ya es un logro para ellos y para el periodismo. Pues al fin y al cabo no estamos proponiendo un nuevo modo de enseñarlo, sino tratando de inventar otra vez el viejo modo de aprenderlo.
Los medios harían bien en apoyar esta operación de rescate. Ya sea en sus salas de redacción, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en la vida. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.
Lectores más activos son el nuevo reto de los medios, dice teórico estadounidense Dan Gillmor
El experto fue el invitado central del seminario Periodismo participativo: ¿Una amenaza o una oportunidad?, realizado por Andiarios y eltiempo.com este lunes en la Cámara de Comercio de Bogotá.
En el evento también se realizó un panel conformado por Gillmor y por Roberto Pombo, editor general de EL TIEMPO; Fernando Quijano, editor general de El Colombiano (Antioquia), y Sebastián Hiller, director de Vanguardia Liberal (Santander).
Gillmor destacó ejemplos en que los medios proveen la plataforma para que los lectores-productores redacten la noticia o hagan parte dinámica en la veeduría sobre gobiernos y entidades.
Para las fuentes es "cada vez más difícil guardar secretos", señaló el gurú de la llamada web 2.0.Gillmor insistió en que el teléfono celular será el gran vehículo de democratización de la red.
Abiertos a la voz colectivaAnte la inquietud en torno al futuro del periodismo escrito, hubo un consenso general entre los panelistas acerca de que el periodismo participativo no plantea una amenaza sino una oportunidad que, bien aprovechada, puede capitalizar objetivos de la prensa.
Roberto Pombo comentó que "ya no hay audiencias cautivas y los lectores no se van a fidelizar con un periódico de papel hecho artesanalmente".
Por eso, "cuanto más rápidos sean los sistemas de comunicación, mejor -agregó el editor- y esto nos obliga a buscar reporteros para estas nuevas tecnologías".
Por su parte, Quijano expuso el ejercicio participativo que realiza con el semanario gratuito Gente, que recopila historias escritas por habitantes de los diferentes sectores de Medellín donde se distribuye la publicación.
"De 100 notas, 75 son hechas por las mismas personas", comentó el editor del diario antioqueño acerca de la publicación, cuya impresión dominical alcanza los 150.000 ejemplares.Hiller comentó que ve los espacios participativos como una nueva fortaleza: "Los periódicos veníamos perdiendo en la inmediatez diaria hasta que apareció Internet".
El Tiempo de Bogotá, 28 de agosto de 2007